Laura Anguera Armengol (Barcelona, 1966) creció con un libro en las manos, convencida de que tarde o temprano sería escritora. Pero esas sonrisitas -reiteradas y conmiserativas- de los adultos la llevaron a estudiar derecho y cursar un MBA en IESE. Ha ejercido como abogada en despachos reconocidos, ha sido directora legal de un club de fútbol y actualmente forma parte de un conocido grupo audiovisual. Vivió en primera línea el estallido de la burbuja inmobiliaria y se quedó sin trabajo, un buen momento para tomarse un descanso que cristalizó en una novela, su debut literario con el estallido de la burbuja inmobiliaria como telón de fondo (“Boom”). Ha tenido que llegar esta maldita pandemia y el confinamiento para que encontrara el tiempo necesario para acabar su segunda novela, “Nadie me habló de ti” (Ed. Planeta)/ “Ningú em va parlar de tu” (Ed. Columna).
Nadie me habló de ti es tu segunda novela. Una novela que podríamos tildar como saga familiar a la vez que un thriller ambientado en la Barcelona de los años 60. Carolina Planadevall, la protagonista, emprende la búsqueda de su madre desaparecida. ¿Cómo se te ocurrió la trama?
Hace años escribí un relato corto, en el que una adolescente conocía por casualidad a quien fue el amante de su abuela, a la que no llegó a conocer. Eran poco más de seis páginas, pero siempre pensé que podía ser el punto de arranque para una historia más larga. Aunque, si soy sincera, nunca pensé que acabaría convertida en una novela de más de seiscientas páginas.
El peso está repartido en la protagonista y en su madre y en ese bello juego de espejos. La historia de una a ratos se mezcla con la de la otra. Leyéndolo me ha parecido muy visual, muy cinematográfico.
Sí, es un comentario que me hacen a menudo. La historia, incluso los diálogos, saltan de la actualidad a los años 60s constantemente. Cuando escribía, sin darme cuenta, me imaginaba parte de la trama -la actual- en color y el pasado en blanco y negro. Supongo que es la forma que encontró mi cabeza para poder ir y venir de una trama a otra.
Hay varias referencias a Simone de Beauvoir. ¿Podríamos decir que también estamos ante una novela feminista?
Es una novela protagonizada por mujeres: abuela, madre e hija. Son muy distintas entre sí, y también lo es su entorno. Además de la intriga que es el eje del argumento,
quería aprovechar para mostrar cómo en relativamente pocas décadas ha cambiado la situación de la mujer, sus expectativas, sus opciones en la vida, incluso sus derechos legales.
Y esto es en buena parte gracias al feminismo y a feministas como Simone de Beauvoir, entre muchas otras.
Carolina, la protagonista, pertenece a una familia de la alta burguesía catalana. En ese decorado nos pincelas tradiciones y costumbres arraigadas llamadas a desaparecer, si es que no han desaparecido por completo. Incluso ese contraste entre las dos montañas (Tibidabo y Montjuic) define muy bien las diferencias sociales que existían en la ciudad de Barcelona. Aparte de ese cuadro casi costumbrista ¿se esconde una crítica al pasado?
Más que una crítica, mi voluntad era mostrar también los cambios sociales que se produjeron en Barcelona en la década de los 60s, y que dudo que se dieran con tanta rapidez en otras ciudades. Esa sociedad que en Catalunya estaba dominada por una pequeña élite, la alta burguesía, se transformó muy rápidamente en los años 60s, fruto del desarrollo económico del que surge esa nueva clase media que impone sus gustos y su nueva estética.
De repente la alta burguesía queda trasnochada, ya no son ejemplo de nada, los jóvenes no quieren ir a bailes de salón vestidos de smoking sino tener una vespa, ponerse una cazadora de cuero e ir a un concierto de los Sírex en el Club San Carlos, surgen Boccaccio y Tuset Street… la ciudad y su mapa social cambió mucho y muy rápidamente, por eso me pareció que esa Barcelona era un telón de fondo fantástico, porque parece empujar a los personajes a tomar decisiones vitales.
En un momento de la historia aparece Liz Taylor en el Hostal de la Gavina. ¿Ficción o realidad?
Absolutamente cierto, en agosto de 1959 Liz Taylor estaba rodando “De repente, el último verano” en Begur, y se alojó junto con su marido y sus hijos en el Hostal de la Gavina. Mi madre, que pasaba unos días en la cercana localidad de Sant Feliu de Guíxols, recuerda verla pasar en coche, con la cabeza cubierta por un pañuelo azul con topos blancos, y así aparece en la novela. Pero no era nada extraño que hubiera famosos en el Hostal de la Gavina: Ava Gardner, Sinatra, John Wayne, Peter Sellers, Capote, Churchill… imposible citar a todos los que pasaron por allí.
Te formaste en la prestigiosa Escola d´Escriptura del Ateneu Barcelonés. Con toda la polémica actual entorno a ella ¿ hasta que punto te ayudó? ¿La recomendarías a futuros alumnos?
Sí, sin duda. A mi me ayudó el que me hicieran trabajar mucho en la novela -la trama, los personajes, la escaleta…- antes de empezar a escribir, y creo que esto es básico en una historia como la que cuento, con un fondo de thriller y continuos giros de guion. Y también me ayudó el hecho de arrancar el proyecto con otros compañeros, fue bonito y divertido ver cómo las distintas historias iban tomando forma. No pude acabar la novela en el Ateneu por incompatibilidad de horarios con mi trabajo, así que continué con una coach, la escritora y periodista Ada Castells, una experiencia también muy bonita y de la que ha quedado una buena amistad.
Eres abogada y ..¿Cómo combinas trabajo y escritura?
Mal, la verdad. El trabajo de abogado implica pasar muchas horas delante de la pantalla del ordenador, y cuando por fin acabas lo último que te apetece es volver a sentarte, en la misma posición, y seguir tecleando, muchos días la cabeza tampoco da más de sí… envidio tanto a los escritores que se dedican solo a escribir! Reconozco que, pese a lo terrible que fue la pandemia, a mí el confinamiento me fue muy bien para acabar la novela, por motivos familiares de mi pareja me confine sola en casa y, de repente, tenía los fines de semana enteros para dedicarlos a escribir. Me sumergía en la historia el viernes por la tarde y no emergía hasta el domingo a última hora… lo disfruté muchísimo!
¿Qué proyectos te esperan?
Tengo historias en la cabeza y sé que acabaran saliendo, lo que no quiero es ponerme presión. Pero voy a seguir escribiendo, eso es seguro. Creo que no podría vivir sin hacerlo.
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