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ENTREVISTA A ANA MOYA




Ana Moya es filóloga, escritora, miembro del equipo y del claustro de profesorado de la Escuela de Escritura del Ateneu Barcelonès; del Centro de Estudios Africanos e Interculturales de Barcelona; y autora de la novela Cafè Zoo (Viena Edicions, premio ciudad de Badalona 2012) y del poemario Monstres i rellotges (Ediciones Oblicuas). En 2022, publicó la novela Immorality Act (ediciones de Salinas) y quedó finalista del premio de novela corta Just M. Casero con El carrer on vius.

Ana se acaba de incorporar al Grupo Bojador.



Hola Ana, bienvenida al grupo y gracias por tu tiempo para esta entrevista. Antes de hablar de tus novelas, cúentame tu experiencia como profesora en la Escuela del Ateneu Barcelonès. ¿Se puede aprender de los alumnos?


¡Gracias a ti por invitarme, Marimén!

La respuesta a tu pregunta es un sí rotundo: se aprende muchísimo del alumnado. El objetivo del itinerario para narradores de la Escuela es conocer y experimentar con diversas herramientas literarias con la intención de escribir cada día un poco mejor y, también, de acompañarnos en ese proceso. Y la verdad es que siento que en los cursos todos aprendemos de ese trabajo en equipo. Ah, ¡y también nos robamos las ideas! Bueno, no, esto último es broma, claro, pero sí es cierto que nos potenciamos la creatividad unos a otros.




Con tu libro de relatos Café Zoo ganaste el premio ciudad de Barcelona 2012. ¿Crees que te es más fácil escribir relatos que poesía o novela?


Cafè Zoo fue mi primera publicación y le tengo muchísimo cariño. Está a medio camino entre la novela y el libro de relatos. De hecho, pensé la trama como una novela, pero también es verdad que cada uno de los capítulos cuenta una pequeña historia, con principio y fin, protagonizada por un personaje distinto. ¡Ya ves que me gusta complicarme la vida!

No creo que escribir relatos sea más fácil. A veces se entiende que un relato y una novela solo se diferencian en la longitud, pero no es así: hay muchos otros elementos que los separan. En la escuela proponemos este esquema, a ver qué te parece:


la poesía es un instante de vida que aspira a la eternidad, la novela es el intento de abarcar toda una vida, y el cuento aspira a resumir la vida en un instante.

Y cada uno de estos tres géneros cuenta con sus propias ventajas y dificultades.




En tu poemario Monstres i rellotges nos hablas del paso de tiempo como pérdida de la inocencia. ¿La inocencia es un lujo que el adulto no se puede permitir?


La inocencia suele estar asociada con la niñez y la adolescencia. Y es a medida que crecemos y nos pasan más cosas, cuando nos enfrentamos a desafíos, responsabilidades y aprendizajes que la amenazan. La motivación del poemario Monstres i rellotges era precisamente conversar con esa inocencia amenazada desde una mirada más madura. Una que naciera del cariño y que valorara en positivo la imaginación infantil, esos monstruos fantásticos en los que todos creemos cuando somos pequeños (y no tan pequeños) y que son mucho mejores que otro tipo de monstruos que llegan después.


¿Estará la madurez sobrevalorada? ¡Puede!

Me gustaría que la inocencia no fuese un lujo, que de alguna manera pudiésemos conservarla, quizás a través de la imaginación.




Y ahora nos centramos en tu novela Immorality Act ¿qué te llevó a situar la trama a Sudáfrica?


Mi relación con la cultura africana nació en la época en la que empecé a trabajar en el Centro de Estudios Africanos e Interculturales de Barcelona. El CEAi me llevó a vivir en Namibia, un país que había sufrido el apartheid hasta 1990 y en el que todavía hoy en día pueden sentirse la separación y sus consecuencias, y allí surgieron cientos de dudas que me llevaron hasta esta historia. Durante aquellos años tuve la oportunidad de conocer Pietermaritzburg, la ciudad en la que creció Tom Sharpe, y otros lugares de Sudáfrica en los que se desarrolla la historia. Al escribirla, me interesaba entender las distintas miradas proyectadas sobre esos espacios y las personas que los habitaban, tratar de entender lo que significó el apartheid y las razones por las que su influencia todavía se siente hoy en las calles. Y escogí ambientarla en los años ochenta porque me interesaba escribir sobre el final del régimen. Me permitía plantear un contraste entre la realización del sueño de libertad africano, que culminó con la salida de Mandela de prisión, y lo que al mismo tiempo sucedía en la vida de los tres protagonistas de la novela. Y hasta aquí puedo contar…



Immorality Act es el nombre propio de una ley que nació en Sudáfrica en 1927. Esa ley prohibía cualquier relación sexual fuera del matrimonio entre “europeos” (personas blancas) e “indígenas” (personas negras).Esta ley no es en sí misma inmoral?


Así es; se trataba de una ley inmoral que formaba parte del racismo institucionalizado del país en aquel momento. La pena impuesta por la ley podía alcanzar los cinco años de prisión para los hombres y cuatro para las mujeres. Y ya en 1950, en la época del apartheid, una enmienda amplió la prohibición a cualquier relación sexual entre "europeos" y todos los "no europeos".

La Ley de inmoralidad da título a la novela porque, a pesar de no ser la protagonista de la historia, condiciona todo lo que ocurre en ella y entre los personajes. Justamente hace unas semanas, Verónica Avilés, del magazine literario Irredimibles, comentaba algo que me pareció muy interesante sobre la relación entre los tres protagonistas: “cuanto más tiempo pasa, y ellos dejan de ser unos niños, más patente se hace el apartheid hasta el momento en el cual mantener o abandonar el vínculo se convierte más en una decisión política que personal”. Y otra vez aparecen los monstruos de la madurez.



Decía Italo Calvino que el arte de escribir historias está en saber sacar de lo poco que se ha comprendido de la vida todo lo demás; pero acabada la página se reanuda la vida y uno se da cuenta de que lo que sabía es muy poco. ¿Es cierto?


Gracias por la frase, Marimén, no la conocía. Me lleva a pensar sobre la idea de la humildad, ¿a ti también? Esa actitud que puede llevarnos a desear aprender y escribir cada vez mejor.


Soñamos con expandir la vida a través de nuestras historias, pero al mismo tiempo sabemos que la literatura, aunque poderosísima, es solo un reflejo de la complejidad de esa vida “real” y de la diversidad del mundo.

Tal vez una actitud humilde y respetuosa hacia esa diversidad nos llevará a explorar caminos apasionantes en la escritura, y también en nuestro día a día.



Ana, ¿qué proyectos te esperan?

Había empezado a escribir un proyecto de cuentos en solitario, pero ahora mismo estoy tan ilusionada con formar parte del Grupo Bojador que lo he aplazado para sumarme a un nuevo proyecto conjunto. El Grupo Bojador ya habéis publicado varios libros de relatos, el próximo explorará los caminos género negro detectivesco, el misterio o el thriller. Gracias o por culpa de vuestra influencia una idea truculenta me ronda la imaginación...



Si quieres leer la entrevista a Olga Merino (profesora en la Escuela de Escritura del Ateneu Barcelonès) clica aquí:




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