top of page
  • Foto del escritormarimén_te doy mi palabra

ENTREVISTA a rosa montero







Rosa Montero es periodista y escritora. Entre su extensa bibliografía, destacamos La hija del caníbal con el que ganó en 1997 el premio Primavera de Novela, La loca de la casa (premio Qué Leer al mejor libro del año, Premio Grinzane Cavour y Premio Roman Primeur, Francia), Historia del Rey Transparente (premio Qué Leer al mejor libro del año y premio Mandarache), Instrucciones para salvar el mundo (premio de los Lectores del Festival de Literaturas Europeas de Cognac, Francia), Lágrimas en la lluvia, Cómic (premio al mejor Cómic), La ridícula idea de no volver a verte (premio de la Critica de Madrid) y el libro de relatos Amantes y Enemigos (premio Círculo de Críticos de Chile).


Desde 1976 escribe artículos en el diario El País.


También ha sido galardonada con el Premio Nacional de Periodismo, Premio Nacional de las Letras Españolas, premios Leyenda de la Asociación de Librerías de Madrid y Ciudad de Alcalá de las Artes y Letras y el premio Cedro.


Es doctora honoris causa por la Universidad de Puerto Rico y su obra está traducida a más de veinte idiomas.





Rosa, qué te resulta más difícil: ¿Escribir un artículo en el que sabes que no puedes extenderte o afrontar el proyecto de una novela?


La novela es algo que pertenece a tu ser interior, algo que forma parte de lo que tú eres, es algo que está completamente encarnado en ti, es un viaje al otro, un viaje monumental. Una novela te lleva tres años de tu vida. En cambio, el periodismo, aunque me ha gustado mucho y me ha permitido conocer muchos mundos y no solo hablo de los geográficos, que también, en cualquier caso, es un oficio.


La novela, la ficción es mi vida, es lo que soy.

El periodismo pertenece a mi ser social. Un artículo es algo menor para mí, si lo comparamos con lo otro que lo tengo en un lugar muy esencial. Eso no quita que en un artículo te puedes atrancar, yo me he pasado muchísimas horas cuando algo no lo acababa de ver. A veces lo tiras y empiezas otro, incluso pasas una semana trabajando en él porque en los malos momentos no te sale como quisieras y te atascas durante días. Pero no hay comparación con una novela que te da un viaje de media vida y que te da media vida, también.






Tu último libro La buena suerte nos acerca la historia de un arquitecto afamado que busca refugio en Pozonegro, un pueblo desolado y deprimente. ¿Crees que hay muchos lectores que se puedan sentir identificados por haber querido huir en algún momento de su vida?


Pues sí. Pero no solo por eso, espero. Porque yo creo, en primer lugar, que todo el mundo que tenga más de quince o dieciséis años ha querido escapar en algún momento de su vida, ser otro. Y no porque tu vida te resulte horrible o porque no la soportes o añores otra vida mejor, no tiene nada que ver con eso, sino que tiene que ver con el encierro de vivir una sola vida. ¡Porque cuando venimos al mundo tenemos tantísimas posibilidades de ser cualquier cosa! Podemos ser trapecistas, ingenieros, poceros, zapateros, magos, saltimbanquis, astronautas qué se yo, pero luego


el tiempo nos va encerrando en una sola existencia, va podando otras posibilidades que son infinitas y nos va encerrando en una sola rama que es nuestra vida y por muy grande que sea, siempre será más pequeña que nuestros sueños, que nuestra curiosidad vital, que nuestras posibilidades del ser, así que siempre nos quedará estrecha por muy grande y estupendísima que sea.

Siempre quedará esa tentación de pensar cómo se viviría el mundo desde el otro lado o qué hubiese podido ser yo si hubiese escogido otra vida en algún momento determinado y eso es algo que compartimos todos y está en la buena suerte. Pero es más que eso, porque realmente mi personaje no se baja del tren porque quiera escaparse de su vida, sino porque se ha quedado sin vida. Es un hombre del que no se puede decir mucho para no estropear la intriga, porque la novela tiene un suspense muy apretado, pero sí podemos decir que es un hombre que ha sido herido por el rayo de la catástrofe, un rayo inesperado, súbito y ese rayo le ha destruido la vida. Cuando baja del tren se baja de su existencia. Se queda en una casa justo al lado de las vías viendo pasar los trenes, que son una metáfora básica de la vida, pero sin poder subirse a ella. Se queda totalmente fuera de su vida y lo que tiene que hacer es reconstruirla desde cero. Y la buena noticia es que en la novela la puede reconstruir.

Yo espero, bueno, no espero, sé y eso me ha hecho muy feliz, porque la novela salió el veintisiete de agosto aquí en España, y la ha leído muchísima gente que me ha escrito. Me consta que se identifica con Pablo aunque sea un personaje extremo, se identifica con Raluca o con Felipe. Se identifica con los personajes que son originales y en algún sentido extremos. Mi gran alegría y mi gran gozo es que, en efecto, la gente se identifica con ellos.



¿Es cierto que te inspiraste en uno de tus viajes en el Ave? ¿Descubriste un edificio ruinoso y destartalado en cuyo balcón colgaba un cartel? Ese piso estaba en venta y ¿te preguntaste que pasaría si alguien se bajaba del tren con el fin de adquirirlo?

¿La realidad es la mayor fuente de inspiración?


Si, es cierto, pero a ver, no es que me inspirara. Tú dices que salen de la realidad, pero no salen justamente de la realidad. Al final de todo, la realidad es la única fuente de inspiración, pero no la mayor. Cuando Kafka se decide a escribir La metamorfosis, que no es una novela realista, evidentemente, sin embargo, está hablando de la realidad. Lo que está haciendo es una metáfora de esa realidad, pero, por supuesto, que está hablando de la realidad. Habla de la disociación con su propio cuerpo. Kafka tenía problemas de relación con su cuerpo. Está hablando del sentimiento de enajenación, del sentimiento de desidentificación, de dejar de identificarte contigo mismo. De muchos otros temas que son la realidad, la cuestión es cómo los manejas. No hay otra fuente de creatividad que la propia realidad y esto sirve para todos los géneros, hasta para el género fantástico que parezca más absoluto y más enloquecido, porque debajo de esa fantasía siempre esta una nuez de realidad que es la que ha puesto en funcionamiento eso.

Si con esta frase qué dices ¿La realidad es la mayor fuente de inspiración? estás preguntado si tu vida biográfica, tu realidad autobiográfica es tu mayor fuente, te digo que no. Detesto escribir sobre mi propia vida.


La gran maravilla de ser novelista es poder vivirte en otras vidas y hacer — como he dicho antes — un viaje a los otros, porque te vives en cada uno de los personajes y son otras vidas que no tienen que ver contigo.

Lo que pasa es que en mi caso las novelas nacen de una imagen que de repente aparece en tu cabeza y salen de la nada, de la oscuridad, que no tienen nada que ver con la realidad. Es como un salto mortal que da la realidad y que puede surgir de ver a un señor por la calle desde la ventana y de repente te imaginas que es un asesino en serie. En este caso, tú no lo escoges, no es una decisión lógica, racional y controlada. No depende del yo, es algo que tiene que ver con el inconsciente.


Las novelas salen del mismo lugar del inconsciente de donde nacen los sueños. Con la misma autonomía aparente con la que nacen los sueños.

Así que lo que me pasó, nada tiene que ver con mi vida en el sentido biográfico. Lo que efectivamente es verdad es que yo iba en ese mismo tren a Málaga a dar una charla en un club de lectura. De repente, el tren se paró y efectivamente levanté la cabeza del ordenador, igual que mi personaje y vi ese paisaje horrible que describo en mi novela, ese piso paupérrimo, ese balconcito horroroso que estaba pegado a las vías y con un cartel escrito a mano en una tapa de una caja de zapatos diciendo se vende y el teléfono. Lo primero que pensé, pobrecito no lo va a vender jamás. Y lo segundo es cuando la imaginación da un salto mortal, te transporta a otra cosa que no tiene nada que ver y se te ocurre de repente como si soñaras con los ojos abiertos y te preguntas y ¿si hubiera alguna persona que se bajara en la estación, se volviera, se comprara este piso, se quedara encerrado, no llegara a su destino y desapareciera? Esta idea que viene como de la nada y que no tiene nada que ver con tu vida, de repente te entusiasma y te emociona. No sabes bien porque y ahí nace la novela. Y yo en ese momento no sabía nada, no sabía porque se bajaba del tren al igual que los lectores cuando entran en el libro. A mí me costó tres años saber lo que pasa y saber porque lo hizo y los lectores lo leen en veinticuatro horas.



¿Rosa, existe la buena suerte?


Creo sinceramente que la buena suerte consiste sobre todo en querer tener buena suerte, que es lo que dice la novela. La buena suerte consiste en mirar la vida de otro modo, la buena suerte consiste en remar hacia ella, la buena suerte consiste, sobre todo, en contarte la vida de otro modo. Los seres humanos somos palabras, sobre todo, somos una narración, somos palabras en busca de sentido, y si cambias esa narración de tu vida, cambias tu vida y la puedes cambiar para bien. Por eso existen tantas terapias que se basan en la palabra, en cambiar la narración, como, por ejemplo el psicoanálisis clásico ¿no?. Yo creo que la buena suerte no existe, te la ganas, pero en lo que sí creo es en la en la mala suerte. Yo conozco, y he conocido, a mucha gente a lo largo de mi vida que ha sido maravillosa, que lo ha tenido todo, llenos de talento, con buenas intenciones, buenos sentimientos, de todo, con unos méritos increíbles para construirse una vida razonablemente feliz y que luego han salido a la calle y les ha atropellado un camión y se han quedado parapléjicos.

La mala suerte existe. Así que virgencita que me libre de la mala suerte, porque de la buena suerte ya me ocupo yo.




¿Cómo es tu método de escribir? ¿Sigues fiel a un patrón, es decir a una escaleta o construcción previa de la trama o prefieres dejar que sean tus personajes los que emprendan su propio camino?

Como sabes hay dos tipos de escritores. Los escritores de brújula y los de mapa. Los de brújula se sientan a escribir sin saber a dónde van. Por ejemplo, Marías dice eso. Y los de mapa son aquellos que antes de sentarse tienen que tener la novela entera en la cabeza. Yo soy una mezcla de las dos cosas. Cuando después me aparece ese huevecillo que es como llamo yo esa imagen primera que pone en marcha todo, que te emociona, empiezo a tomar notas de las cosas que se me van ocurriendo en cuadernitos y con plumas estilográficas, porque me encanta escribir con tinta y a mano, entonces voy desarrollando la novela. Es un proceso muy orgánico. Y luego te fijas. Te fijas si es un hombre o una mujer, vas viendo los personajes y vas entrando en sus cabezas y ellos te van contando sus historias.

En ese proceso me paso un año o año y pico. Al final empiezo a hacer mapas en grandes cartulinas, organigramas, hago como un rompecabezas con los capítulos, varias ordenaciones de capítulos distintos, a lo mejor una docena distintas, las pongo en diversas posiciones y hago la estructura de la novela. Cuando ya sé todo, y sé qué va a pasar en cada capítulo, me siento al ordenador y me estoy otro año, año y medio, y durante este tiempo vuelve a cambiar. Al final en vez de cuarenta y siete capítulos tienen cincuenta y siete, ha habido un personaje que ha desaparecido o ha aparecido un personaje nuevo. Así que soy en parte brújula y en parte mapa.

El autor maduro es aquel que tiene la humildad de dejarse contar la historia por sus personajes. Hay que obedecerlos, hay que seguir sus indicaciones y hay que respetarlos.



En 2017 recibiste el Premio Nacional de las Letras. ¿Ha sido el premio que más te ha emocionado?


Sin duda, es un premio muy grande y muy importante que te da tu sociedad, tu gente. Ya sabes la inseguridad que tenemos todos los escritores. Siempre arrastras un agujero, una sensación de estar a punto de perder. Hay un abismo, una fisura que siempre llevas contigo. Un abismo de desesperación, de inquietud y de inseguridad álgida.


De repente, en mitad de la novela, sueles tener unos momentos en los que sueles decir: esto es una tontería, me he perdido, esto no sirve para nada, ya no se escribir.


Normalmente te pasa eso, así que un premio como este, que es de tus contemporáneos, de tu sociedad y que es tan importante, es como si tus padres te dieran una palmadita en el hombro y te dijeran: venga que no lo estás haciendo mal. Esto es hasta terapéutico, te diría yo. Por eso emociona tanto, todavía. Cuando otra vez tengo esas inseguridades, me acuerdo del premio y eso ejerce un poder curativo sobre la inseguridad. Ha sido un premio muy, muy importante para mí.




Rosa, muchas gracias por tu entrevista, sé que no es fácil para ti encontrar ese tiempo. Te esperamos en septiembre en el Club de Lectura Bojador.















Si quieres leer la entrevista de Olga Merino:


206 visualizaciones1 comentario

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page