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Entrevista a pilar sanchez vicente





Pilar Sanchez Vicente es historiadora, documentalista y escritora. Ha sido guionista y presentadora de varios programas de TVE. Actualmente trabaja como Archivera del Tribunal Superior de Justicia de Asturias. Fue nombrada Comadre de Oro, y ha recibido los premios Timón y 8 de Marzo en reconocimiento a su trayectoria personal y literaria. La diosa contra Roma, Mujeres errantes y La muerte es mía, han sido publicadas con Roca. Sus novelas anteriores han sido reeditadas por Orpheus Ediciones Clandestinas en la Colección PSV.




Pilar, en tu última novela La hija de las mareas nos presentas a Andrea Carbayo de Jovellanos, a la hija (ficticia) del escritor Melchor Gaspar de Jovellanos. Una mujer instruida y adelantada para sus tiempos que lucha por sus derechos como mujer. ¿Estamos hablando de una novela feminista?


Estamos hablando de una novela que construye genealogía feminista, pues, aunque la palabra como tal no aparece en el texto por no ser coetánea de la época, queda evidenciado que la lucha por la igualdad viene de muy lejos. Concretamente la novela recoge el albor de la primera ola con Olympe de Gouges y su Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana y Mary Wollstonecraft con su Vindicación de los derechos de la mujer. Ambas surgen a la vez, una en Francia y otra en Inglaterra, aunque a nuestra protagonista Andrea no le sentará bien que Mary se adelante a Olympe en su publicación…


La hija de las mareas empieza precisamente con el cuaderno de quejas, el que presentaron las damas por la libertad en la Asamblea Nacional [en la Revolución Francesa]. Es un documento verídico. ¿Qué supuso este paso para la sociedad del siglo XIX?


Antes de los Cuadernos de quejas ya estaban los Memoriales de agravios, que se remontan al Medievo y son básicamente lo mismo:


denuncian una situación de desigualdad, que deja a las mujeres en un plano inferior, negándoles personalidad jurídica y el acceso a la educación.


Este pronunciamiento ante la Asamblea dio inicio a la movilización y organización de las mujeres, que protagonizaron la marcha sobre Versalles y crearon sociedades y periódicos de diferente signo. Para, al final, que la única igualdad que consiguieran fuera subir al cadalso como los varones.

Su esfuerzo, como el de sus predecesoras no fue en vano, enseguida llegarían Emmeline Pankhurst y las sufragistas, que hartas de palabras pasaron a la acción, pero esa es otra marea…



En una entrevista dijiste: “No se trata de reescribir la Historia, sino de quitar la alfombra con la que nos tenían tapadas, quitar ese polvo que nos cubría y recuperar realmente cuál era nuestro papel”


La Historia no es solo una concatenación de hechos, también el relato que se hace de ellos.

Nadie niega que exista el arte rupestre, pero se nos enseñaba que los que pintaban las cuevas eran hombres pero la antropometría ha desmontado ese mito y la arqueología otros, como que las mujeres se quedaban en las cuevas y no iban a cazar.

A partir de los años 70 del siglo pasado, que es cuando la historiografía francesa “descubre” la vida cotidiana, los nuevos estudios suponen una revisión del relato oficial, porque de forma sistemática los historiadores hicieron desaparecer las actividades de las mujeres y con ello nos borraron de la historia. Basta poner el foco más allá de donde apunta el dedo.

Mira el caso de Almudena: no solo fue narradora de nuestra memoria histórica en los episodios de una guerra interminable, sino que utilizó las voces femeninas para ilustrarla. En este sentido, Andrea Carbayo de Jovellanos es voz y espejo de las mujeres de su tiempo.



La protagonista escribe sus memorias para dejar constancia de sus vivencias. Desde su viaje a Oxford, la Revolución Francesa, su vuelta a Gijón, la Guerra de la Independencia, los mamelucos…. Aquí ha habido mucha documentación para dar un testimonio fidedigno de la historia. En tu doble condición de historiadora y escritora ¿Te ha costado adaptar la ficción a la historia?


Me ha costado mucho prescindir de gran parte de la documentación acumulada. Casi todos los episodios son verídicos, las costumbres, los detalles de la vida cotidiana... La ficción es el hilo que los teje y, claro está, los personajes, sus emociones y las relaciones entre ellos forman parte de esa ficción. Aunque también se entremezclan con ellos personajes reales y es difícil distinguirlos, si no los conoces. Esa fusión es una de las recetas secretas de la novela, además de la de las rosquillas.



¿La historia se aprende más en las novelas o en los libros de texto?


Decía Jorge Semprún que la historia se aprende en las novelas. Para las personas no especialistas en la materia se haría árido leer un manual sobre el Antiguo Régimen, pero si ves en una novela cómo viven los siervos o suicidarse a un noble por el amor de una criada, pues era impensable e imposible esa relación, empiezas a construirte una idea cabal del mundo que estamos hablando. En La hija de las mareas, además se aprende mucho sobre herboristería y farmacología, usos eclesiásticos y universitarios, las imprentas, la justicia… sobre la sociedad en general.

Hay dos grandes episodios que creo que están especialmente bien tratados y que Andrea describe en sus memorias con pasión, pues los vive en primera línea: la Revolución Francesa y la Guerra de la Independencia. Es curioso, sabemos casi más de la primera que de la segunda y, de esta, pensamos que el conflicto bélico solo estaba al sur de Despeñaperros.

Por eso a mucha gente le resulta sorprendente conocer los detalles de la ocupación francesa en el norte de la península y el papel del Ejército de la Izquierda.




También has escrito novela negra Operación Drácula y Sangre en la Cuenca, con la inspectora Sara Ocaña de protagonista. Y poesía. ¿Podríamos leer algún poema tuyo?






AL LLIBRU


Un amigu.


Colos sos momentos buenos

y los sos momentos malos.

A vegáes, dan ganes de comelu,

otres veces, dan de estrapallálu.


Compañeru pelegrín

de cama, de mesa, nel bolsín…

Viaxeru impenitente que nos salva

de la espera desesperanzada.


Troncu rasu de xoven ocalitu,

pomar en flor d’aroma intensu,

o carbayu vieyu y retorcíu…

De cualesquier manera,

postrer cadarma d’un ser vivu

arume de madera.


Pa ocupar el desvelu,

pa calmar la fatiga,

pa aliviar la tensión,

pa animar la comida,

pa entender meyor les coses

de la muerte y la vida…

Pa descubrir de ti lo más fondero,

sacudite la entraña,

devolvete recuerdos ya escaecidos,

voces, golores y besos d’otru tiempu.


Pa encerrate nel so aru de fierru,

y atrapate.

Pa sentir que se detién el movimientu,

desapaecen el tiempu y el espaciu,

y vivir n’otres pieles nesos sueños.

Pa entregate, llorar y disfrutar,

reír, callate o xurar con cagamentos.


Creador de mundos sin reinu,

Olimpu de los dioses y demonios

que nun viven más allá de los tos güeyos.

Dende que lu abres nun puedes olvidalu.

Tien la llave del cofre los secretos.

Contien pallabres: l’únicu arma

que nun mata que tenemos.


Un llibru.


Y sólo hai que lleélu…



Al Libro


Un amigo.


Con sus momentos buenos

y sus momentos malos.

A veces, dan ganas de comerlo,

otras veces, dan de machacarlo.


Compañero peregrino

de cama, de mesa, en el bolsillo…

Viajero impenitente que nos salva

de la espera desesperanzada.


Tronco liso de joven eucalipto,

manzano en flor de aroma intenso,

o roble viejo y retorcido…

De cualquier manera,

postrero esqueleto de un ser vivo,

aroma de madera.


Para ocupar el desvelo,

para calmar la fatiga,

para aliviar la tensión,

para animar la comida,

para entender mejor las cosas

de la muerte y la vida…

Para descubrir lo más hondo de ti,

sacudirte las entrañas,

devolverte recuerdos ya olvidados,

voces, olores y besos de otro tiempo.


Para encerrarte en su aro de hierro,

y atraparte.

Para sentir que se detiene el movimiento,

desaparecen el tiempo y el espacio,

y vivir bajo otras pieles en esos sueños.

Para entregarte, llorar y disfrutar,

reír, callarte o blasfemar en alto.


Creador de mundos sin reino,

Olimpo de los dioses y demonios

que no habitan más allá de tus ojos.

Desde que lo abres no puedes olvidarlo.

Tiene la llave del cofre de los secretos.

Contiene palabras: el único arma

que no mata que tenemos.


Un libro.


Y sólo hay que leerlo…





¿Qué proyectos futuros te esperan?


Tengo dos novelas empezadas y un sinfín de colaboraciones en marcha, pero de momento me quiero centrar en la promoción de La hija de las mareas. Al estar escrita durante el confinamiento, pude dedicarle todo mi tiempo y se nota, porque me quedó redonda. No lo digo yo, lo dice mi editora, que está apostando muy fuerte por ella, y, sobre todo, lo ratifican las buenas impresiones que estoy recibiendo tanto mediante críticas y reseñas como a través de mis lectoras y lectores.


Muchas gracias y todo el éxito del mundo.


Si quieres leer la entrevista a Carme Riera, pincha aquí:

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