Laura Freixas (Barcelona, 1958) es escritora. Ha publicado relatos, novelas, ensayos y autobiografía.
Ha sido también editora, crítica literaria, traductora, profesora invitada en varias Universidades de Estados Unidos, y estudiosa y promotora de la literatura escrita por mujeres. En el año 2000 publicó el influyente ensayo Literatura y mujeres. Fue una de las fundadoras, y la primera presidenta (2009-2017) de la asociación para la igualdad entre mujeres y hombres en la cultura Clásicas y Modernas. Sus conferencias sobre autoras como Virginia Woolf o Sylvia Plath tienen decenas de miles de visualizaciones.
Entre sus obras narrativas destacan la novela Los otros son más felices (reeditada en 2019), los relatos de Cuentos a los cuarenta (reeditados en 2020), y varios volúmenes de su diario: Una vida subterránea. Diario 1991-1994 (2013), Todos llevan máscara. Diario 1995-1996 (2018).
Sus libros más recientes son A mí no me iba a pasar (2019), autobiografía en forma de novela, Saber quién soy. Diario 1997-1999 (2021), y Qué hacemos con Lolita. Argumentos y batallas en torno a las mujeres y la cultura (2022).
Laura, en tu autobiografía “A mí no me iba a pasar” nos hablas en un ejercicio valiente y transparente de tus años vividos como ama de casa. Si te soy sincera, leyéndote, me extrañó que una mujer culta e instruida como tú haya sido capaz de aguantar o incluso de someterse a una situación que iba en contra de sus propios principios. ¿Porqué no te rebelaste años atrás?
Es una buena pregunta. Podría contestar echando la culpa a factores externos, como el hecho de que en mi matrimonio, al igual que en la mayoría de las parejas, mi marido tuviera una carrera profesional más exigente y mejor pagada que la mía, de tal modo que era lógico, objetivamente hablando, que de la casa y los niños me ocupara más yo que él. También podría decir que mi retroceso profesional y mi creciente dedicación a la casa fueron tan paulatinos que cuando me quise dar cuenta ya no había vuelta atrás.
Todo eso es verdad, pero para mí la confesión más difícil es que yo puse mucho de mi parte en ese estado de cosas; lo que me ha llevado a hacer un descubrimiento que para mí es muy importante, y
es que el patriarcado no solo es palo, sino también zanahoria.
La reclusión en el hogar (al menos, si se trata de un hogar cómodo y feliz) tiene muchos atractivos: el calor humano, la atmósfera de bienestar y armonía, la sensación de estar protegida, de no sufrir la angustia de las grandes responsabilidades… Todo eso es tramposo, se paga muy caro, conduce a la dependencia, a la infantilización, al sometimiento… pero eso se descubre más tarde.
Las mujeres hemos avanzado, pero queda mucho camino por caminar. ¿Hasta cuándo las mujeres tendremos que seguir luchando en contra del patriarcado?
Pues lamento decirlo, pero creo que tendremos que luchar siempre contra la opresión y explotación de las mujeres, del mismo modo que siempre habrá que luchar contra la violencia, contra el abuso de poder, contra la desigualdad, contra la opresión y explotación en general.
Estoy convencida que muchas lectoras se habrán identificado contigo cuando hablas de la maternidad. Ese testimonio tuyo brutalmente sincero nos muestra los sentimientos a veces contradictorios que pueden surgir con y por los hijos. Tú misma lo describes: “¿Era escritora? ¿Eso quien lo decide?.. ¡Qué fácil era, en cambio, como definición, ser madre!
Al igual que cuando me preguntabas por la condición de ama de casa, tengo que decir que la de madre puede ser (si se es madre en buenas condiciones de todo tipo: de salud, económicas, de pareja…) muy placentera y reconfortante. Para mí, poner hijos en el mundo (no me refiero forzosamente a procrearlos, sino también a criarlos: como ya sabes, porque lo cuento en A mí no me iba a pasar, yo soy madre biológica y madre adoptiva) se parece a escribir libros en el sentido de que aportas algo al mundo, creas algo, algo que aspiras a que sea mejor que tú y a que te sobreviva. Es igual de creativo… pero en cierto modo, es más fácil: es algo que hasta cierto punto se hace solo, una creación de la especie y no solo de la individua, y algo, también, que todo el mundo entiende, todo el mundo sabe qué significa, todo el mundo reconoce su importancia.
Dices en tu libro que el dinero manda. A mí ya me lo decían de pequeña. ¿Sigue mandando?
¡Por supuesto!
Y mi error, en la época de mi matrimonio, fue confundir dos cosas: una es la necesidad objetiva de dinero para vivir, y otra, la creencia inconsciente (que la sociedad comparte y nos instila) de que lo mejor pagado es lo más valioso.
Dado que el trabajo doméstico y de cuidados no se paga (si se hace dentro de la familia; y si se contrata a una persona externa, se paga, pero muy poco), eso devalúa a las mujeres, incluso a sus propios ojos.
Hace muy poco entrevisté a Carme Riera para su última biografía sobre Carmen Balcells (luego fuiste invitada de honor en nuestro Club de lectura con la autora). Sé que tú también trabajaste para la agente literaria más poderosa de la historia. ¿Qué recuerdos guardas de aquella época?
No muy buenos, la verdad. Carmen, además de inteligentísima y dota de una personalidad arrolladora, era una mujer seductora, divertida y generosa… para los autores y autoras a los que representaba; pero como jefa, era dura de roer.
Dicho esto, debo reconocer que para mí, el trabajo en la agencia fue una etapa muy útil, que me permitió introducirme en el mundo editorial. De ahí salí para dirigir una colección literaria (El espejo de tinta, de 1987 a 1994) en la editorial Grijalbo.
¿Qué proyectos te esperan?
Estoy trabajando en un libro con el mismo planteamiento que A mí no me iba a pasar (autobiografía escrita como una novela), pero correspondiente a otra etapa -anterior- de mi vida.
Mucho éxito y muchas gracias por tu tiempo.
Si quieres leer la entrevista a la escritora y activista feminista, Angels Cabré:
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