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Entrevista a javier miró


Javier Miró




Javier Miró escribe fantasía y ciencia ficción .

Sus dos novelas La Armadura de la Luz (Minotauro 2017) y Rebelión 20.06.19 (Triskel Ediicones 2014) han cosechado grandes éxitos. Aparte de escribir, es director y asesor de escritores a través de la agencia editorial y literaria Autorquía. Es fundador y director de la revista online especializada en literatura independiente Libros prohibidos y también lleva el apartado de autopublicación de la revista Windumanoth.








Javier, eres corrector y escritor. ¿Qué se te da mejor: Corregir lo ajeno o lo propio?

Sin ninguna duda, lo ajeno. Corregir mis textos es mucho más complicado; es realizar la misma tarea que hago a diario con otros autores, pero con una carga que tira de mí y me hace más torpe.


Lo comparo con realizar una actividad normal —como hacer la compra, por ejemplo—, pero con la gravedad y la atmósfera de Júpiter.

De cualquier forma, esto tiene cierto sentido, ya que los autores conocemos a la perfección qué queremos decir, lo que nos impide fijarnos en cómo lo estamos haciendo en realidad. O sea, que es normal necesitar que venga alguien a revisar nuestros escritos, ya seamos amateurs o Gabriel García Márquez. Y para eso estamos los correctores y editores. Siempre al rescate.


Patti Smith dijo en una entrevista que a pesar de ser cantante, sentía la necesidad de escribir porque ella no se podía limitar a vivir la vida. Javier, ¿por qué escribes?

Entiendo bastante bien esas palabras de Patti Smith. Para mí es imposible no estar inventando cosas nuevas a lo largo del día. En mi cabeza siempre hay alguna historia rondando. No lo puedo evitar, es mi forma de ser. La mayor parte de esas historias me las guardo para mí, pero hay otras que necesito sacar. Y cuando digo que lo necesito no es un eufemismo ni una exageración: es pura y genuina necesidad.


Sin escribir no soy yo.


¿Qué manías tienes a la hora de escribir?

Todas. Son tantas que solo puedo responderte aquí unas pocas, pero da para enciclopedia. Allá voy:

1. Me gusta ponerme a escribir muy temprano por la mañana, aunque soy más productivo a última hora de la tarde. Me odio por ello.

2. Me encanta pasarme horas escribiendo. Una jornada de 10 o 12 horas escribiendo es un lujo y un placer.

3. Si sé que no voy a poder ponerme más de 3 horas, no me siento a escribir. Ni lo intento. Dedico ese tiempo a otra cosa, que siempre hay algo que hacer.

4. Al igual que hay gente que se transforma en un ser colérico cuando se pone al volante, a mí me ocurre lo mismo cuando estoy dándole a la tecla y me interrumpen.

5. Necesito soledad y un silencio casi absoluto para arrancar. Si ya estoy dentro, me da más igual el resto.






Tu segunda novela , La Armadura de la Luz (Minotauro 2017) ha cosechado muy buenas críticas.

La verdad es que sí, aunque también es cierto que nunca son lo suficientemente buenas. Si por mí fuera, serían más y mejores, y más y mejores también. E incluso te diría más: serían mejores y más. Creo que no estoy descubriendo la blueberry cheese cake diciendo esto, y que le pasará a todos los demás escritores, pero es la verdad.










¿Por qué la necesidad de crear un mundo fantástico? ¿No tenemos bastante con el que tenemos en nuestras manos?

Esa es una buena pregunta. Que conste que yo no lo he elegido así, que es algo que me sale solo —algún defecto de fábrica de mis neuronas, supongo—, pero también lo veo lo más normal del mundo. Fíjate que, desde el principio, mucho antes de que existiera lo que conocemos como literatura propiamente dicha, las primeras historias que ha creado el ser humano eran sagas fantásticas llenas de dioses, magia, catástrofes naturales, seres sobrenaturales, elegidos, maldiciones, profecías y cosas por el estilo —todo ello aderezado con mucho sexo, perversiones y violencia, pero esa es otra historia—.


Está en nuestra naturaleza inventar más allá de lo que muestran los ojos, encontrar explicaciones imaginativas al mundo que nos rodea.

Porque, al fin y al cabo, los mundos fantásticos no dejan de ser eso, una visión alternativa de nuestra propia realidad.


En ese mundo creado por ti, los protagonistas comparten nuestras ilusiones y miedos. ¿Vivir es un estado universal?

Basándome un poco en la respuesta a la pregunta anterior, sí, se puede ver así. Y es que, por mucho que te hayas inventado el mundo y este sea totalmente distinto a lo que conocemos, si no dotas a tus personajes de humanidad o de rasgos reconocibles, no vas a conseguir que el lector se sienta identificado con ellos ni que sienta empatía —o todo lo contrario, dependiendo de lo que busques—. Y eso es lo mismo que perderlos para siempre, cosa que no nos podemos permitir.


Iviqi, el personaje femenino de tu novela ¿es un guiño a la tendencia actual del feminismo?

Más que un guiño, es consecuencia de ello. Por un lado, aunque el mundo de La Armadura de la Luz está atrasado con respecto al nuestro, sería incongruente no reflejar la evolución del pensamiento que todos vemos en nuestro día a día. Por otro, y siguiendo un poco con esta idea, presentar a un personaje femenino prototípico que se ha visto un millón de veces ya, no ofrece ningún atractivo a un público que, recordemos, vive a principios del siglo XXI y tiene esos clichés superados. Iviqi es sexy, sí, pero no lo es porque vaya enseñando escote, sino por su chispa, su vitalidad, su descaro, su sentido del humor y por la forma que tiene de entender la vida.


Por último, y también conectado con lo expuesto más arriba, creo que los escritores tenemos una responsabilidad social. Está claro que el devenir del mundo no va a depender en exclusiva de los autores, pero sí que tenemos algo que aportar al pensamiento de nuestro entorno, ya sea en el presente o en las generaciones venideras.

Por ejemplo, si consigo que una niña que gracias a las aventuras de Iviqi interiorice que puede conseguir lo que se proponga por sus propios medios y sin depender de nadie, y que sus mejores atributos son la inteligencia y la capacidad de superación, habré aportado mi grano de arena y mi trabajo tendrá sentido.


Actualmente resides en Austria. ¿El alemán te influye a la hora de redactar?

Por el momento, mi nivel de alemán es tan terrible que no afecta en absoluto. Además, intuyo que la —para mí— caótica estructura de las frases de esta lengua va a tardar mucho en poder hacer mella en mi estilo. Pero sí que me está pasando un poco con el inglés, idioma en el que estoy profundizando y cuyas soluciones se me empiezan a colar poco a poco. Hay que estar atento, que es un idioma muy versátil —e invasivo si lo dejas ir—.


¿Qué proyectos tienes?

Pues son unos cuantos y muy emocionantes, al menos para mí. Primero quiero terminar de conseguir que Autorquía y Libros Prohibidos, mis dos proyectos mayores, sean más autónomos y no requieran tanto de mi tiempo.

Luego, la prioridad número uno de 2019 es terminar una novela en la que llevo varios meses trabajando. Todavía ando con la documentación, pero tengo muy claro casi todo y, salvo sorpresa mayor, debería tener terminado el primer borrador para verano. Va a ser cortita.

También, después de deshojar la margarita, he encontrado la inspiración y la temática para escribir mi primer libro de relatos. También será algo cortito, por lo que espero tenerlo para antes de que llegue septiembre.

Tengo otros relatos pendientes para otras publicaciones, pero son cosas que hay que ir cerrando a lo largo del año. Espero publicar dos o tres en este 2019. Veremos si lo consigo.

Y con respecto a publicaciones de obras, si nada se tuerce, en este año que entra saldrá mi tercera novela, de la que no puedo decir más que es una ucronía que le volará la cabeza a más de uno.

Finalmente, quiero seguir potenciando mi canal de YouTube. He descubierto que me encanta hacer vídeos, me divierte de una forma que no había sospechado. Además, me ayuda a hacer crecer mis redes y a llegar al público, cosa que, al final, es lo mejor que le puede pasar a alguien que aspira a que le lean.

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